Un
mes después del terremoto, ocurrido el 15 de Agosto de 2007, mi padre decide
enviar nos a mí, a mi madre y mi hermano menor a la casa de mis abuelos, que se
encuentra en Ticrapo ubicada en el
Departamento de Huancavelica.
Partimos
de casa en la madrugada, bien abrigados por el frio, primero nos dirigimos a
una empresa de trasportes cerca a la Panamericana Sur, el viaje hasta San Clemente,
Pisco duro 45 min, bajamos cerca de la comisaría de San Clemente, esperamos
como 30 min en las cercanías, donde nos embarcaríamos
en un bus que nos llevaría hasta la plaza de Ticrapo.
Estuve
sentado al lado de la ventana, acompañado de mi madre y mi hermano, en
trascurso del viaje, el rio estuvo cerca de la pista durante todo el trayecto,
logre ver mucho pequeños pueblos, algunos era muy rústicos y otros modernos,
las personas se dedicaban a diferentes labores de trabajo, algunos cultivaban
la tierra, otros cuidaban animales, también pescaban, me gustó mucho cuando el
bus realizó una parada en un pueblo que se dedicaba a producir
dulces(alfajores), recuerdo que comí mucho ese momento, al seguir el viaje
logre ver un venado que había bajado del cerro a beber agua del rio, así me
explicaron las personas que también lo vieron, a pocos minutos de llegar a la
plaza de Ticrapo, había una especie de rio que atravesaba la pista, era un huaico
pero el agua era cristalina y fría, bajamos para que le bus pudiera pasar
fácilmente.
La plaza
de Ticrapo era pequeña y está compuesta por 8 cuadras principales, un pequeño
pueblo moderno, mi madre me explico que la casa de mis abuelos, se ubicaba
cerca del rio y que teníamos que caminar, la carretera que nos llevaría a la
casa de mis abuelos, era amplio y lleno de piedras, mientras caminábamos ,
logre ver mucho animales domésticos, vacas y sus becerros, gallinas y
polluelos, perros que cuidaban a las cabras y ovejas, mientras caminábamos algo
lejos se veía caer agua a la carretera, era una pequeña catarata que venía de
los más alto del cerro había creado un pequeño algo al lado de la carretera,
algunas vacas bebían de ella, al tocar el agua era fría , cristalina y muy
refrescante.
Hacía
calor y tenía hambre sin darme cuenta, el calor que producía el sol era muy
fuerte, tuve que quitarme mi abrigo, mientras me lo amarraba a la cintura al
levantar la mirada, había una gran planicie media inclinada hacia el cerro, en
ella había muchas tumbas, mi adre me dijo que era el cementerio de Ticrapo y
que en ella estaba enterraba mi tía, que falleció cuando nació.
Los
arboles de eucalipto era inmensos y había un gran bosque que cubría la
carretera, tenía un olor muy agradable y la sombra que nos proporcionaba era
muy fresca, el suelo tenía una londra de hojas, en ellos logre ver algunas
pequeñas figuras cilíndricas, que caían de los eucaliptos, parecían pequeños trompos
de madera, cogí muchos y los guarde en mi bolsillo, mis manos se quedaron con
un olor agradable parecido al bosque, cuando llegamos al final de los árboles,
la luz del sol mostraba una gran precipicio, a una distancia moderaba, hacia
abajo, se lograba ver una gran casa, mi madre me dijo que era la casa de mis
abuelos.
El
camino estaba dividido por un pequeño riachuelo, era el residuo de un huaico,
salte entre el agua y las piedritas de colores para llegar al otro lado, cuando
di unos pasos, unos pequeños ladridos nos recibieron, era los perritos de mis
abuelos, no nos conocían y mantuvieron su distancia de nosotros, y atrás de
ellos apareció mi abuela, ella nos abrazó , nos dio un beso a cada uno y uno a
mi madre, en ese momento los perritos empezaron a mover sus colas y saltaron
sobre nosotros lamiéndonos mucho, empezaron a dar vueltas a nuestro alrededor,
tenían un olor peculiar, como a las cabras que vi en el camino hacia acá.
Mi
abuela era alta, un poco más que mi madre, la seguimos y llegamos a una especio
de corredor hechas de piedra que separaban alas arboles del camino hacia la
casa de mi abuela, el suelo estaba lleno de hojas de paca, de eucalipto y de
molle, mientras avanzábamos se nos acercó un gran perro, mi abuela lo llamaba Negro,
era bien oscuro y daba miedo, pero se nos acercó y usaba una de sus patas como
para acariciarnos, al lado de la casa de mi abuela había un angra corral, dentro
de ella había muchas cabras y ovejas, y un perro llamado Pastor dormía al lado
de ellas, mi abuela me dijo que no me acerque mucho porque Pastor era muy
celoso si alguien se acercaba a las cabras y ovejas.
Mi
abuelo era alto también, nos alzó a ambos cuando nos vio, “vamos a almorzar”
dijo, la cocina estaba separada de la casa, era pequeña pero cálida, tenía un
olor muy característico, olía a papas sancochadas, mi abuela nos había
preparado una gran variedad de tubérculos de diferentes colores, sabores y
olores, todos tenían formas diferentes, mi abuela tenía una huerta cruzando la
carretera está relativamente lejos, ella dijo que gran parte de lo que cocino
era de haya, el rocoto, el ají, el limón, las papas, camotes y yucas.
La
casa de mis abuelos era muy grande con paredes muy gruesas tenía un olor a madera
seca parecido al eucalipto, desempaque toda mi ropa, nos habían prepararon una
habitación, me tocaba dormir con mi hermano, las horas pasaron rápido o eso
creo, pero ya estaba atardeciendo, mi madre me dijo que los cerros cubrían más
temprano al sol, por eso parecía que el día acaba más rápido que en la costa,
así que cenamos temprano tome leche con pan.
Todos
caminamos por la carretera hacia una curva elevada que miraba hacia el inmenso
campo, donde se lograba ver hasta el pueblo, con sus pequeñas luces, los
bosques y el rio con su misterioso, mágico sonido, mi madre comenzó conversar
en ese momento con mis abuelos sobre lo ocurrido en Chincha, mientras que yo
jugaba con algunas piedritas de colores con mi hermano, y así termino el día,
vi como el sol se ocultaba entre los cerros y el cielo tomaba un color rosado,
antes que oscurezca caminos rápido a casa, porque no veríamos nada, dijo mi
abuelo, cansado llegue a mi cuarto y sin darme cuenta me quede dormido.